Upcycling: la reutilización mejorada que reubica y ennoblece los residuos
Versión mejorada del reciclaje, antídoto contra el downcycling y reinterpretación creativa del concepto vintage; este hábito virtuoso aprovecha los residuos y vuelve a poner en circulación productos, materias primas y objetos, para darles una nueva e inesperada vida.
A menudo, la circularidad es un simple hecho de perspectiva.
Piénsalo... ¿No crees que a veces bastaría con ampliar el campo de visión, salir del perímetro de los hábitos establecidos y cuestionar lo que siempre hemos dado por hecho, para dar paso a nuevas soluciones?
La pregunta es retórica, pero la respuesta «sí» no es en absoluto banal: darnos la oportunidad de observar lo que tenemos entre las manos como algo que tiene muchas otras posibilidades de valer, como un valioso recurso para obtener algo nuevo, es una oportunidad que no podemos dejar escapar.
Significa salvar el aparente residuo de un destino marcado, confiriéndole una calidad superior y una nueva función. Por ejemplo, convertir una caja de fruta en un mueble moderno y sofisticado.
Y es precisamente con la suma de pequeñas acciones como se logra la revolución medioambiental.
Upcycling: quién lo inventó, quién lo ha intentado y quién lo ha logrado
Siempre es bueno tener ciertas coordenadas en el camino hacia el progreso.
Para empezar, da la casualidad de que este recorrido específico comenzó con un intento práctico que se detuvo más tarde ante la necesidad de ponerle un nombre.
La primera época del upcycling se remonta a 1963, cuando Heineken intentó transformar las botellas de cerveza usadas y abandonadas en ladrillos para la construcción. La campaña se bautizó como Wobo, pero, evidentemente, no había tanta concienciación en aquella época y la empresa (constructora) no echó raíces.
La segunda vez fue la buena: diez años más tarde, los arquitectos Charles Jencks y Nathan Silver apostaron por un nuevo método de diseño, otorgando a los objetos y materiales que siempre formaron parte de nuestro mundo roles y significados originales con respecto a los que estamos acostumbrados a darles: así fue como, a todos los efectos, nació la idea del upcycling.
Hay que decir que la idea de Alfred Heineken era brillante y estaba destinada a no caer en el olvido. Por ello, en 1994, el término upcycling fue acuñado por un ingeniero mecánico alemán, Reiner Pilz, quien, en las páginas de la revista de arquitectura y antigüedades Salvo, declaró: «Lo que necesitamos es un up-cycling, gracias al cual se revaloricen los productos antiguos».
Upcycling, recyling, downcycling y vintage: guía de lectura
Se han acuñado muchos términos sobre el tema de la «reutilización», y sería bueno no confundirlos.
La primera pista nos la dan los prefijos, que nos permiten intuir valor y desvalor sin medias tintas. Si «up» implica una reutilización con un resultado mejorado, «down» no oculta el deterioro del producto en cuestión: una inevitable pérdida de calidad y utilidad.
¿Y el reciclaje ? Desde que el mundo es mundo, se ha considerado una práctica virtuosa que habría que poner en práctica y sugerirla siempre. Recuperar es fundamental, sobre todo ahora que la emergencia medioambiental nos obliga a cambiar de rumbo, pero tiene un límite: el de devolver el objeto desechado a su función anterior, sin reinventarlo ni dignificarlo de nuevo.
En pocas palabras: reciclar es volver a la casilla de salida. Con el riesgo implacable de que, a veces, se pierdan las propiedades del material (downcycling, para los más atentos) y las posibilidades de uso se reduzcan peligrosamente.
¿Y el upcycling? Pues se trata de dar valor a los residuos. Finalizado un ciclo, comienza otro nuevo: sí, pero con un valor superior.
En el medio está lo vintage, para la moda, pero no solo. Al igual que el reciclaje, tiene la misma función de partida. Pero se parece al upcycling en su capacidad de aumentar la percepción de la calidad y el atractivo de ese objeto (para los verdaderos entendidos).
¿Y cómo se logra la reutilización creativa?
Otra pequeña nota al margen: el reciclaje entra en juego al final de la vida útil y «tranquiliza» al consumidor sobre sus consecuencias medioambientales. Pero las expectativas acaban ahí, en el momento de tirar las bolsas de basura en el contenedor adecuado.
Poder ver el comienzo de una nueva vida en un objeto antiguo no significa solo haber contribuido a prolongarla. Es mucho más, porque también toca de cerca a nuestros intereses estéticos y emocionales. Saber cómo rediseñar la historia de un objeto, imaginando en qué más podría convertirse, es un experimento satisfactorio. Nos ahorra dinero, por supuesto, pero sobre todo amplía nuestra capacidad imaginativa.
Hay dos formas de upcycling: preconsumo y posconsumo. El consumidor es el punto divisorio de las infinitas funciones que se le pueden atribuir a un material, antes o después de que haya llegado a sus manos.
¿Un ejemplo? En el primer caso, los fabricantes pueden utilizar retales de tela utilizada para confeccionar una prenda. Técnicamente, ese residuo nunca se ha cruzado la vida del consumidor. En el segundo caso, pueden modificar prendas usadas que ya han sido utilizadas por una persona. Y esto lo puede hacer tanto una marca como el propio comprador... con un poco más de inventiva.
Moda, mobiliario, pero también cosmética: el upcycling made in Oway
Para seguir con las cifras: los residuos de ropa se estiman en 92 millones de toneladas cada año. ¿Tienes idea de la cantidad de energía y recursos que se han destinado a confeccionarla?
¿Y qué pasa con los alimentos que se tiran a la basura sistemáticamente, tanto en el consumo doméstico como en la cadena de suministro de la distribución a gran escala? Casi mil millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año en el mundo, lo que equivale al 17 % de todo lo que se produce.
A menudo, productos alimenticios que todavía son comestibles y destinados al consumo humano o animal. Salvo que, a falta de un posible uso alternativo, se eliminen.
Tomemos el hueso de la oliva: una vez aprovechada la pulpa, pensaríamos que ya hemos acabado con todas sus propiedades beneficiosas. Y, en cambio... aunque el hueso no se coma, es una fuente de propiedades, igual que la pulpa.
¿Para la industria alimentaria? No, para la de la cosmética.
Por ese valor que aún está vivo, por esa riqueza que resurge al cambiar el uso previsto, Oway ha optado por incluir un activo procedente del upcycling en todas las familias de agricosméticos de la nueva línea Styling & Finish.
De productores certificados de Emilia Romagna, los Alpes, Calabria y Toscana, recuperamos el hueso de la oliva, las semillas de la manzana silvestre, la pulpa de la naranja y los hollejos de uva: residuos, desde un punto de vista del consumo alimentario, de los que extraemos elementos funcionales decisivos para nuestras formulaciones cosméticas.
Desechos que se convierten en recursos, residuos de enorme valor que vuelven a circular, reduciendo el gasto (descontrolado) de nuevas materias primas.