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Revertir el resultado del cambio climático eligiendo el impacto cero

July 30, 2021 · · One minute read

Las actividades humanas tienen un peso, las realidades productivas dejan huella. Cualquier acción, producto o proceso tiene un impacto, más o menos sostenible, al que hay que hacer frente en el presente. Pero para cuadrar las cuentas, antes hay que hacerlas: con los datos de las emisiones en la mano.

Antes de llegar a un nivel cero en el balance de nuestro impacto en el planeta, hay que pasar por distintas fases.

Así lo establece el Acuerdo de París, que la Unión Europea y 195 países firmaron con miras a lograr cero emisiones para 2050: el año del punto de inflexión del siglo XXI, principal responsable de la contaminación del planeta pero también eje decisivo para mejorar, aquí y ahora, el destino del futuro.

Repensar, reducir, compensar, eliminar. Estas son las tres fases que explican las reglas del auténtico campeonato mundial: aquel en el que todos jugamos unidos, haciendo piña para logar un objetivo común.

Necesarias... pero no suficientes. Así es, porque para reducir antes hay que saber cuánto se contamina, y para compensar hay que haber puesto en práctica todas las medidas correctivas, a fin de tener la certeza de que solo se produce la cantidad residual de CO2 inevitable por lo que se refiere a la producción. Y para ello hay que invertir en la investigación de materias primas, tomar decisiones valientes en materia de envasado y analizar y mejorar los procesos.

Es esencial tomar decisiones concretas a partir de lo que introducimos en el mundo: esto es, conocer nuestros límites para fijarnos otros. No privativos, sino incentivadores. 

Carbon footprint, carbon budget: el vocabulario del impacto climático

 

Para combatir el cambio climático debemos ser muchos, trabajar juntos y pensar en favor de la comunidad. Esto explica la elección de recurrir a un idioma internacional

Aunque las hayamos escuchado muchas veces, ¿alguna vez nos hemos preguntado realmente qué significan las consignas del Pacto Verde Europeo?

Empecemos por lo básico, por la expresión que quizás sea la más manida. ¿Qué significa carbon footprint? Literalmente es la huella de carbono, la cantidad de emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) generadas por el volumen de una actividad. La huella directa o indirecta, por así decirlo, de nuestro paso.

Sin embargo, una vez medido este valor, tenemos que pasar a los hechos y establecer un carbon budget. Que no es otra cosa que el balance en términos de CO2, es decir, el umbral límite de emisiones que podemos permitirnos descargar a la atmósfera para tener una oportunidad de cumplir con los parámetros impuestos por el Acuerdo de París y contribuir a un cambio (positivo) de rumbo. 

Para calcular la huella de carbono es necesario analizar punto por punto, detalle a detalle, el ciclo de vida del producto o de la actividad en cuestión. Este estudio se denomina Análisis del Ciclo de Vida (ACV) y tiene en cuenta todas las fases del proceso: desde la extracción de materias primas hasta la fabricación, el transporte, la distribución, el uso, la reutilización, el mantenimiento y, finalmente, la eliminación. 

Dicho todo esto, podemos pasar a explicar el significado de carbon neutrality.

Dato de facto: el (desmesurado) CO2 se combate con reducción, optimización y compensación

 

Que el calentamiento global es un proceso que se está produciendo desde hace ya varios años está fuera de toda duda. 

Sin embargo, según las estimaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), solo podremos llegar a cero emisiones en 2050 si mantenemos el aumento de la temperatura en 1,5°. 

Pero, sobre todo, mantenerse por debajo de este umbral frenaría la subida inexorable del nivel del mar, la aparición cada vez más frecuente de fenómenos meteorológicos extremos, la acidificación de los océanos y las olas de calor sofocante.

Para cumplir con el Pacto Verde, tendríamos que reducir las emisiones globales en un 7,6 % cada año durante toda la década 2020-2030. Para hacernos una idea de lo difícil que es este objetivo, solo hay que tener en cuenta cuánto han bajado las emisiones en 2020 con una pandemia en curso: un 7 %. Por lo tanto, para mantener –y superar– una tendencia de este tipo, es necesario hacer mucho más en términos de toma de decisiones. Reduciendo, haciendo que los procesos sean eficientes y compensando. 

Sin olvidar que las inversiones en favor del clima pueden generar millones de nuevos puestos de trabajo, una mejor calidad de la salud e infraestructuras resilientes.

En el camino hacia el 2050, hay un objetivo intermedio establecido para el año 2030: una reducción de las emisiones del 55 %. Y para conseguirlo hay que acelerar de inmediato: reducir los derroches, y pronto.

Compensar: la solución para reducir el impacto inevitable

En las relaciones, las deficiencias se compensan con otras atenciones. Como cualquier otra relación, la que existe entre el ser humano y el planeta Tierra se basa en delicados equilibrios y en la necesidad de… cuadrar las cuentas.

Hay un porcentaje de emisiones contaminantes que no se puede eliminar. Por poner un ejemplo, el relacionado con el transporte y los envíos. Sobre esa parte de CO2 no se puede intervenir con acciones de reducción, eficiencia o eliminación, pero se puede optar por convertirla en proyectos virtuosos como la reforestación o el desarrollo de energías alternativas y renovables.

En esencia, ese porcentaje de contaminación residual se puede transformar en iniciativas de sostenibilidad activa en algunos rincones del mundo, dando forma y contenido a los sueños de desarrollo ambiental, social, económico y tecnológico, especialmente en las zonas donde tienen más dificultades para conseguirlo.

¿Os acordáis del desastre medioambiental del Amazonas, con cientos de miles de hectáreas de bosque devoradas por las llamas provocadas por la sinrazón humana? Y un dato desestabilizador es que, hasta la fecha, el pulmón de la Tierra emite más dióxido de carbono del que puede almacenar. Estamos hablando de uno de los sumideros de absorción vitales para el equilibrio climático del planeta. El garante de nuestro ecosistema, la inmerecida compensación en la naturaleza que amortigua el impacto de la explotación humana sobre el planeta que nos acoge.

Pues bien, hoy ya no respira. «Las áreas donde la deforestación es del 30 % o más presentan unas emisiones de carbono 10 veces más altas que aquellas donde la deforestación es inferior al 20 %», afirma un reciente estudio de Nature. Y la reforestación es solo una de las acciones que podemos realizar para recuperar el oxígeno a lo largo del camino hacia el porcentaje cero. 

El «porcentaje residual» de Oway, que siempre ha optado por actuar

La compensación es necesaria, pero solo después de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para reducir los derroches, adoptar decisiones circulares y demostrar que, frente al cambio, nunca debemos detenernos.

Desde hace muchos años, en Oway hemos optado por tomar el camino del menor impacto a través del ecodiseño, las materias primas de km 0 procedentes de agricultura ecológica y biodinámica, las energías renovables, los envases 100 % reciclables una infinidad de veces, el 0 % de sobreembalaje y, solo al final, los proyectos de compensación. Un sistema de valores que, como nos reconoció recientemente el Netcomm Award, se transforma cada día en hechos concretos.

En 2020, Oway voló al norte de la India –país de perfumes, templo de los cinco sentidos y triunfo de los tejidos y los colores– con un proyecto basado en la instalación de dos sistemas de cogeneración para la producción de electricidad y calor destinados al consumo local.

En los estados de Punjab y Uttar Pradesh abunda un combustible que no emite CO2 a la atmósfera: la cascarilla de arroz, la cáscara dura que cubre los granos. Hablamos, por tanto, de biomasa: el combustible de nuestro tiempo que reduce las emisiones, deja de lado el carbón, ofrece una oportunidad de inversión a las poblaciones que participan en la creación de la planta y propone la elección de tecnologías verdes, con beneficios a largo plazo.

Para el transporte y el envío, pero también a través de ellos.

Así es, porque por cada tonelada de CO2 producida por un paquete durante el transporte, se ahorra una cantidad equivalente de CO2 en un proyecto certificado de reducción de las emisiones en otras partes del mundo.

Después de todo, compensar es parte del activismo. De la revolución circular que siempre ha sido el centro de nuestro mundo.